Casi justo en la mitad de su mandato de cuatro años, acosado por el desastre electoral con que el pueblo lo castigó en las elecciones legislativas de octubre, y por la tozudez en mantener a rajatabla la política fiscal de déficit cero así como el régimen de convertibilidad que provocó por un lado la reacción violenta de sectores carenciados de la sociedad y por el otro, una inédita movilización pacífica de las capas medias, afectadas por las decisiones restringiendo el uso de los ahorros que sacó de quicio a la mayoría de los argentinos con depósitos en los bancos, el "corralito financiero" que traducido significa "dos o tres bancos poderosos robaron dinero de los ciudadanos.
El presidente Fernando de la Rúa tuvo que irse por la "puerta trasera" de la Casa Rosada. Faltaban ocho minutos para las ocho de la noche del miércoles 19 de diciembre del año 2001. Atenazado entre la parálisis gubernamental y una imprevista rebelión popular, huyó custodiado en un helicóptero entre las primeras sombras del anochecer.
La pesada herencia del déficit fiscal y la desocupación del 15%, su convicción conservadora, a contramano del programa centro-izquierda de la Alianza, la coalición radical y el Frepaso del Chacho Alvarez, lo describieron como un verdadero inútil, en términos menores, por lo que la debacle se prolongó aún más de lo esperado.
Un estruendoso ruido de odio y cacerolazo lo separaban de la masa insubordinada, el presidente no se daba por enterado, su pequeño círculo silencioso y lujoso del poder, y su muralla policial eran lo único que lo sostenían.
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